La comunicación implica que una persona hable y la otra escuche y responda. Si no se puede entender lo que alguien dice, no se puede responder adecuadamente.

La capacidad de escuchar es fundamental en el proceso de aprender un idioma, ya que se trata de la destreza lingüística más empleada en nuestra rutina diaria, tanto en entornos laborales como personales. Escuchar abarca la capacidad de distinguir los sonidos (fonemas) de la lengua, comprender la gramática auditiva, elegir la información relevante, retenerla y vincularla con el proceso que transforma el sonido en significado.
 

Se ha llegado a reconocer que la escucha es una habilidad activa en lugar de pasiva, y se aprecia su importancia en el proceso de adquirir un lenguaje. 
 

La escucha plantea un desafío especial al exigir a los estudiantes de idiomas extranjeros y segundas lenguas un considerable procesamiento en tiempo real. Esto se debe a que deben retener información en la memoria a corto plazo, más precisamente, emplear el sistema de la Memoria de Trabajo, mientras simultáneamente se esfuerzan por comprender la información. En otras palabras, la dificultad de la escucha radica en la necesidad de procesar rápidamente la información, ya que, a diferencia de la lectura, no hay oportunidad para volver a recibir el mensaje de manera correcta. 

Estos desafíos generan repercusiones en otras aptitudes vinculadas con la escucha, y la investigación con individuos que enfrentan dificultades en el aprendizaje de un segundo idioma también ha puesto de manifiesto una diversidad de problemas adicionales. 
Estos problemas abarcan la incapacidad de seguir el ritmo del hablante, mantener la concentración y comprender y retener el significado del discurso. Asimismo, muchas personas experimentan dificultades emocionales, como la ansiedad y la sensación de tener un escaso control sobre su capacidad de escucha. 
 

Escuchar sólo el panorama general pero no los detalles, puede ser tan ineficaz como intentar comprender cada palabra que dice el interlocutor.
Otro de los factores más influyentes en el éxito o fracaso en el proceso de aprendizaje de un idioma, es sin duda el aspecto emocional del estudiante. 

Los factores emocionales vinculados al aprendizaje de una segunda lengua o idioma extranjero comprenden emociones, autoestima, empatía, ansiedad, actitud y motivación. El proceso de aprender una segunda lengua o idioma extranjero es una tarea compleja y susceptible de experimentar ansiedad por parte de los individuos, lo que se manifiesta a través de sentimientos de inquietud, frustración, dudas y aprensiones. Hablar en público en un idioma extranjero, especialmente ante hablantes nativos, suele generar ansiedad, e incluso en ocasiones, esta ansiedad puede llegar a ser extrema cuando se trata de aprender inglés como lengua extranjera. Como resultado, los estudiantes pueden quedarse sin palabras en situaciones inesperadas, lo que a menudo conduce a una sensación de desánimo general y fracaso.